Aunque este no es un blog de reseñas de libros, creo que será habitual que comparta por aquí aquellas lecturas que me resulten interesantes por sí mismas o como punto de partida para ciertas reflexiones, ya que los libros conforman una parte muy relevante de las cosas que encuentro en mi camino. Como mencioné en la primera entrada de este blog, esta es la razón de este divertimento en forma de blog personal: ir guardando lo que me encuentro por el camino. Y esta vez me he encontrado por el camino El pensador intruso, un libro de Jorge Wagensberg.
La interdisciplinariedad es un aspecto que me interesa mucho desde hace tiempo porque me parece evidente que se llega a ideas con más potencial, e incluso a la realidad, en la medida en que esto sea posible, abordando cualquier tema desde más puntos de vista. Siempre he pensado que los grandes avances científicos que se dieron a principios del siglo XX fueron producidos, en gran medida, por las mentes abiertas de aquellos ilustres físicos y hombres de ciencia que, sin temor ni prejuicios, se acercaban, por ejemplo, a la filosofía del momento. Como ejemplo, puedo citar a Einstein, que en su biografía y correspondencia personal reconoce la influencia de filósofos como Ernst Mach y David Hume en la elaboración de la teoría de la Relatividad (1). Es indiscutible también la bidireccionalidad, es decir, la influencia que las nuevas teorías científicas ejercieron en el pensamiento de la época (2).
El pensador intruso, de Jorge Wagensberg, es una obra que explora el poder de la interdisciplinariedad en la comprensión del conocimiento. Este libro resuena profundamente con el interés en la integración de diversas disciplinas para alcanzar una comprensión más rica y completa de la realidad. La interdisciplinariedad no solo enriquece el conocimiento, sino que nos permite aproximarnos a la verdad, si esta existiera, desde múltiples perspectivas.
El pensador intruso se divide en dos partes claramente diferenciadas. La primera parte se centra en «El espíritu interdisciplinario en el mapa del conocimiento». Aquí, Wagensberg introduce la idea de que el origen del conocimiento es inherentemente impuro y que la ciencia, el arte y la revelación (el autor establece estas tres fuentes) se entremezclan y se enriquecen mutuamente. Argumenta que la interdisciplinariedad es esencial porque la realidad no se ajusta a las divisiones artificiales de los planes de estudio académicos. Presenta varios conceptos clave, como la complejidad, el método y el lenguaje, fundamentales para entender y aplicar un enfoque interdisciplinario.
La segunda parte del libro, titulada «Delicias interdisciplinarias», cambia de tono y estructura. Se compone de una serie de miniensayos y relatos breves que exploran diversas temáticas a través del prisma de la interdisciplinariedad. Estos ensayos abordan cuestiones tan variadas como la percepción del tiempo, la función ética y estética del diseño y las raíces triviales de lo fundamental. Aunque esta sección puede parecer menos estructurada, cada pieza sigue resonando con las ideas presentadas en la primera parte, ofreciendo una aplicación práctica y amena de los conceptos teóricos.
El planteamiento de Wagensberg en la primera parte del libro es a la vez provocador y fascinante. El autor defiende que la ciencia, el arte y la revelación no son compartimentos estancos, sino que interactúan y se enriquecen mutuamente. Esta idea central se articula en torno a varios capítulos que abordan qué es el conocimiento científico, qué constituye una obra de arte y cómo se define el conocimiento revelado. Es particularmente interesante su insistencia en que el conocimiento siempre es impuro, en cuanto a mezcla de elementos puros, y que su naturaleza híbrida es precisamente lo que lo hace valioso.
Sin embargo, aunque Wagensberg ofrece una defensa robusta del valor de los tres tipos de conocimientos como fuentes del nuevo conocimiento, echo en falta una mención explícita a la filosofía como disciplina autónoma dentro de su esquema interdisciplinario. Pienso que es una omisión notable, dado el peso histórico y conceptual de la filosofía en el desarrollo del pensamiento crítico. Me parece imprescindible incluir este cuarto pilar porque no veo en cuál de los tres mencionados podría encajar la filosofía.
En este punto, quería mencionar un tema que me parece relevante. Me resulta muy curioso ver cómo muchos científicos importantes, a partir de la segunda mitad del siglo XX, han arrinconado a la filosofía como una disciplina sin valor a la hora de aportar conocimiento o para poder pensar en nuevos escenarios que, particularmente, la física moderna podría agradecer. Me refiero a físicos como Stephen Hawking, que dijo que «la filosofía ha muerto porque no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física»; o Steven Weinberg, que tituló un capítulo de uno de sus libros «Contra la filosofía». Ambos son indudablemente brillantes en sus campos, pero no ven más allá de lo que la ciencia puede ofrecer, que es mucho, pero no es todo. Creen que la ciencia tiene la solución para todo y no es así. Por suerte, actualmente hay físicos como Max Tegmark o Carlo Rovelli que defienden la necesidad de contar con la filosofía, tal como hicieron Heisenberg, Bohr, Einstein, de Broglie y Schrödinger.
El problema radica en que ciertos representantes de la ciencia moderna caen en el cientificismo, creyendo que la creación de modelos matemáticos cada vez más complejos nos acerca inevitablemente a la realidad. Sin embargo, este enfoque corre el riesgo de confundir el mapa con el territorio. Es crucial recordar que la ciencia progresa a través de sus errores, como dicta el método científico. Por lo tanto, no puede ser dogmática; está en su esencia que cada nuevo descubrimiento o teoría supere y reemplace a la anterior.
En este sentido, hago mías las palabras del doctor en física Pascal Wojtaszczyk, recomiendo mucho su canal de divulgación en YouTube (3), cuando dice: «El cientificismo debe seguir desapareciendo y reemplazarse por la Ciencia, aquella con mayúscula».
En conclusión, la interdisciplinariedad en el campo científico no es solo beneficiosa, sino necesaria. La integración de diferentes disciplinas, incluyendo la filosofía, puede abrir nuevos horizontes y perspectivas que enriquezcan nuestra comprensión del mundo y impulsen el avance del conocimiento humano.
Pero volvamos al libro que nos ocupa. La segunda parte de El pensador intruso, con sus relatos cortos y reflexiones, aunque sorprendente en su estructura, añade un toque personal y accesible al ensayo. Estos textos, algunos de ellos casi anecdóticos, han logrado captar mi atención por varios motivos y me han parecido una forma brillante de mostrar la parte práctica y cotidiana de los principios interdisciplinarios presentados en la primera parte. Aquí, Wagensberg demuestra su habilidad para comunicar conceptos complejos de manera sencilla y atractiva, manteniendo siempre un tono ameno y divulgativo.
El estilo de Jorge Wagensberg es fluido y accesible, lo que facilita la lectura de conceptos que podrían ser densos o abstractos. Su capacidad para explicar ideas complejas con claridad es uno de los puntos fuertes del libro. Utiliza un lenguaje sencillo, evitando tecnicismos innecesarios, lo que hace que el libro sea fácil de leer tanto para especialistas como para el público general interesado en el conocimiento interdisciplinario.
Quizás el cambio brusco entre la primera y la segunda parte pueda desorientar a algunos lectores, y una integración más suave entre teoría y práctica hubiera sido ideal. A pesar de esto, cada sección tiene su valor en el conjunto de la obra y contribuye de manera significativa al mensaje global del libro.
El pensador intruso, más que un manual definitivo sobre la materia, es una obra que invita a la reflexión sobre la naturaleza del conocimiento y la importancia de abordar los problemas desde múltiples disciplinas. A pesar de que algunas áreas podrían haberse explorado con mayor profundidad, Wagensberg consigue transmitir de manera efectiva la necesidad de un enfoque interdisciplinario en la ciencia y en la vida cotidiana. Su estilo claro y su habilidad para conectar con el lector hacen de este libro una lectura recomendable para todos aquellos interesados en ampliar sus horizontes intelectuales.
En resumen, si bien es cierto que lo que yo estaba buscando era una obra que tratara el tema con mucha más profundidad, El pensador intruso me ha servido para reafirmar mi convicción en la necesidad de la interdisciplinariedad a la hora de estudiar o reflexionar sobre cualquier tema. No me ha aburrido en absoluto, y lo que hay que dejar claro es que Jorge Wagensberg es un gran divulgador, utilizando conceptos sencillos y lenguaje muy asequible para transmitir sus pensamientos.
Información del libro
Título: El pensador intruso: El espíritu interdisciplinario en el mapa del conocimiento
Autor: Jorge Wagensberg
Editorial: Metatemas (Tusquets)
Año de publicación: 2014
Páginas: 320
Notas y enlaces
El pensador intruso (Jorge Wagensberg)
(1) Notas autobiográficas (Albert Einstein)
(2) Einstein y la filosofía del siglo XX (José Manuel Sánchez Ron)
(3) Canal de YouTube iEonos