Palabras alejadas

por | 4 Sep 2024

Palabras alejadas y la subjetividad de las opiniones

 

Desde hace un tiempo, he estado inmerso en un juego lingüístico que me ha llevado a reflexionar sobre la naturaleza del lenguaje y, más allá de eso, sobre cómo entendemos las opiniones personales. Este juego lo llamo «palabras alejadas», y consiste en encontrar, para una palabra dada, otra que esté lo más alejada posible en significado, grafía, concepto… La clave es que no buscamos un antónimo, sino una palabra que, en apariencia, no guarde ninguna relación con la primera.

Por ejemplo, si tomamos la palabra «letra», podríamos considerar «roca» como su opuesto. ¿Por qué? Porque «roca» proviene del ámbito de la geología, mientras que «letra» pertenece al mundo de la comunicación y la escritura. No hay un vínculo evidente entre ambas, ni siquiera oposición semántica. Otros ejemplos podrían ser «democracia» y «célula», o «amor» y «algoritmo». En este juego, se trata de encontrar palabras que, a simple vista, parecen existir en planos totalmente diferentes.

Este ejercicio, además de ser entretenido, me ha hecho pensar en cómo asociamos ideas y cómo el lenguaje es un reflejo de esas conexiones que hacemos. Al buscar palabras que estén en extremos opuestos de nuestro propio «mapa mental», descubrimos lo vasto y complejo que es nuestro idioma. Y lo más interesante: no existe una respuesta correcta o incorrecta. La elección de la palabra más alejada es totalmente subjetiva y puede cambiar con el tiempo.

 

 

Las opiniones y la subjetividad

 

De esta reflexión sobre las palabras, surgió un paralelismo inevitable con las opiniones personales. Al igual que las palabras alejadas en este juego, nuestras opiniones tampoco son absolutas ni objetivas. Cada uno de nosotros ve el mundo a través del filtro de nuestras experiencias, valores y circunstancias. Lo que para una persona puede ser una verdad inmutable, para otra puede parecer insignificante, incorrecto o incluso absurdo.

Esta subjetividad se hace aún más evidente cuando consideramos la diversidad cultural. Diferentes culturas pueden tener perspectivas muy distintas sobre ciertos temas, lo que refuerza la idea de que no hay opiniones absolutamente correctas o incorrectas en muchos casos. Por ejemplo, lo que en una cultura se considera una muestra de respeto, en otra podría interpretarse como una ofensa.

Así como en el juego de las «palabras alejadas» no hay respuestas definitivas, tampoco las hay en el terreno de las opiniones. Cada perspectiva es única y válida desde el punto de vista de quien la sostiene. Eso sí, hay excepciones claras: algunas opiniones, como aquellas basadas en el machismo, el racismo, homofobia o cualquier forma de discriminación, son objetivamente inaceptables porque atentan contra la dignidad y los derechos de los demás. Ni hablar de la Tierra plana o cualquier otro tipo de desvaríos producidos por la falta de conocimiento objetivo. Fuera de estos casos extremos, no deberíamos temer cambiar de opinión a lo largo del tiempo.

 

 

Evolucionar es natural

 

De hecho, uno de los mayores aprendizajes que nos ofrece este juego es que, así como las palabras que consideramos «alejadas» pueden cambiar con el tiempo, nuestras opiniones también lo hacen. Y esto no es algo negativo, al contrario, forma parte del proceso natural de evolución personal. A medida que vivimos nuevas experiencias, ampliamos nuestras perspectivas y, en consecuencia, nuestras opiniones también evolucionan.

En este proceso de evolución, el diálogo juega un papel crucial. Así como en el juego de «palabras alejadas» podemos descubrir nuevas conexiones al compartir nuestras elecciones con otros, nuestras opiniones pueden enriquecerse y evolucionar a través del intercambio respetuoso de ideas con personas que piensan diferente. Este diálogo nos permite ver las cosas desde nuevos ángulos y, a menudo, encontrar puntos en común incluso con opiniones que inicialmente parecían irreconciliables.

Cambiar de opinión no es un signo de debilidad o incoherencia, sino de crecimiento. Es un recordatorio de que estamos en constante movimiento, aprendiendo y adaptándonos. Lo mismo sucede cuando jugamos a encontrar palabras alejadas: con el tiempo, descubrimos nuevas asociaciones que antes no habríamos considerado. Cada nueva palabra no es mejor que la anterior, simplemente es una elección diferente, válida en ese momento.

 

 

Una reflexión final

 

Jugar con las «palabras alejadas» no es solo un ejercicio mental, es una invitación a abrir nuestra mente, a valorar la diversidad y a reconocer la importancia de la flexibilidad en nuestro pensamiento. Nos recuerda que, al igual que el lenguaje, nuestras opiniones son dinámicas, cambiantes y profundamente personales. Pero, al final, todo está interconectado de alguna manera, aunque no lo parezca a simple vista.

Este ejercicio también nos ayuda a desarrollar la empatía. Entender que cada persona tiene su propio «mapa mental» de asociaciones y experiencias nos puede hacer más tolerantes con opiniones diferentes a las nuestras. Nos invita a considerar que, así como nosotros vemos conexiones únicas entre palabras, otros pueden ver el mundo de maneras que no habíamos imaginado.

Sin embargo, es importante reconocer las limitaciones de esta metáfora. Mientras que en el juego buscamos palabras sin relación aparente, en la vida real a menudo necesitamos encontrar puntos en común entre opiniones divergentes para resolver conflictos o tomar decisiones colectivas. El verdadero desafío está en mantener nuestra apertura mental y empatía incluso cuando buscamos estos puntos de encuentro.

Aceptar que nuestras opiniones pueden cambiar, así como cambian las «palabras alejadas», es un paso hacia la comprensión de que la contradicción no es un error, sino parte del camino. Cambiar es vivir, y vivir es evolucionar. Y en este proceso de evolución, el diálogo, la empatía y la apertura mental son nuestros mejores aliados.

Eldan Gardy 2024